Prefectura porta-boceras

Refracción mediática. El atresmedia de izquierdas.

La propuesta y demanda de empleos o servicios, a cuenta del desvalorizado salario retribuido, ha devenido, contrariamente a lo que se podría esperar del corporativismo de las asociaciones gremiales (político, periodístico, judicial…) y por diversos motivos como el significado peso económico de toda decisión o la estabilidad mensual de los empleados, en la aceptación de oficios como respuesta a una oferta de desmantelamiento de su función orgánica, quedando el trabajo obligado por la escrupulosa fidelidad de los desfigurados cometidos, dificultando, por consiguiente, el desempeño especializado. Su aplicación es flagrante en el ámbito de las (pseudo)ciencias de la (des)información, las de la preeminencia noticiera, el solapamiento de los titulares relevantes y la imposible medianía que acapara y deforma la concepción igualitaria de las opciones con prejuicios interesados.

 De este modo, en julio de 2014, se incorporó al carro del CIS el ‘Podemos de derechas‘ constatándose la desventaja de veinticuatro puntos en intención de voto de la flamante corporación bancaria con respecto a la tendencia al alza del cambio —del ‘Ciudadanos de izquierdas‘ por reciprocidad—, e iniciándose la acotación del ideario unidita (por ambos extremos, atrás quedaron la circunscripción al entorno filoterrorista y el inenarrable, sin ayuda, seguimiento administrativo de los ok-soplones y los eventos nupciales), hasta la caída o deposición presidencial del conservadurismo en 2018, momento en que los poderes judicial y militar rescataron, por lo civil, lo que ahora la hermandad cronista, tras el compadreo matritense que fabrica(ba) las inmoralidades e ilegalidades perroflautistas, ha calificado de espejo de intolerancia justificándose en la dirección compartida de las críticas de los partidos no favorecidos por los medios (Vox y Unidas Podemos), por diferentes planteamientos y con el cuestionado (con más motivo por la izquierda) manejo del debate político. Reflexión que consistiría en el ‘Ciudadanos de izquierdas‘ de derechas, imposibilitando la diferenciación con el refractado heredero ideológico del Ciutadans original y, quizás por ello, pretendiendo desplazar hacia el centro la primigenia simetría ciudadanita —tras el pronunciamiento en 2014 del presidente del Banco de Sabadell, Josep Oliu—, o bien descender hasta el más profundo de los infiernos a los podemitas —por tratarse de asaltar los cielos, los de abajo contra los de arriba—, como colofón a la infumabilidad de la equidistancia del atresmedia de izquierdas y de su conformación de aplicaciones lineales inyectivas y homotecias.

  La dimensión del llamado cuarto poder no parece menor cuando escuchamos a alguno de sus periodistas estrella vanagloriarse de la parte que le toca —abandonando el corporativismo por la comunión con el entramado funcionarial, hasta el punto de amedrentar a los colegas—, ni cuando queda exento de la aplicación de artículos constitucionales como el 155, manteniendo intacto el control de esta potestad —y por ende de TV3 y de su también asimétrico encasillamiento editorial— y el permanentemente enfrentado relato al del poder homólogo central. Una crónica nuclear, desde la Meca, en atención de los que preteden acumular el rezo y sólo ven una identidad en cualquier dirección del salvoconducto nacional, y una defensa circundante, desde la única perspectiva permitida para las cecas —que aportan su colorido para iluminar el centro—, de los presos (la reivindicación áurea no es exclusiva de Catalunya), los detenidos y los exiliados por causas político-administrativas, que no impiden que cada relatador reciba su merced territorial como muestra de la impunidad constitucional que mueve a voceros —y boceras— de las diversas facciones soberanistas.