Somos el mundo




«Europa lleva años, sobre todo después de la II Guerra Mundial, abdicando de sus deberes […] Europa ha abdicado de sus valores. No saben qué hacer, ponen en marcha mecanismos que luego no saben corregir ni refrenar y ahora estamos todavía sin saber qué hacer frente a la crisis». | José Luis Sampedro (1917-2013), mayo de 2011.


Los políticos institucionales, y más los institucionalizados, conocen a la perfección las herramientas a su disposición para desempeñar sus funciones. Lógicamente la mejor arma es el riego dinerario que activa el engranaje mediático y posibilita el desarrollo de la lista de tal o cual partido en los diferentes niveles administrativos (promoción, sondeos, globos sonda, campañas de difamación o de blanqueo, etc.). Y lo primero que hacen los políticos después de ser equipados con los últimos dispositivos de Apple (con autorización de emergencia en cuanto a espionaje) es contratar a un asesor de comunicación e imagen y quizá a un dietista, independientemente de haber hecho campaña bajo el lema antigordofóbico «la talla 38 me apreta el chocho». Gordofobia presuntamente en la forma estética y no en el trasfondo insalubre que entraña la apología de las tallas grandes. Gordofobia mala —mientras no les dé a los gordos por saturar camas UCI—, rusofobia buena. Y ello a pesar de que en ninguno de los treinta artículos de los Derechos Humanos, ni en las ocho bienaventuranzas de los Santos Evangelios por aquello de la no separación entre Estado e Iglesia, se menciona explícitamente a los gordos ni al género no binario (tampoco a los ángeles), y sí expresa y literalmente a la «nacionalidad», «origen nacional», «idioma», «sexo», «opinión política» o «posición económica», entre otras discriminaciones habituales. Sin excepciones para rusos o para samaritanos. Bienaventurados los gordos y los raros, porque ellos serán llamados a la subvención. Y bienaventurados los pocos, porque sólo ellos serán saciados.

  Hoy bien podrían advertirnos desde el Consejo de Ministros, y más con el reconocimiento del génere en el aire (no así de la violencia de génere), del proverbio castellano «quien no acostumbra a braga la costura le hace llaga». Todavía no está claro si queda derribada por el género la puerta del retrete para acceder a espacios seguros y con posavasos. Y percheros para las quitamultas faciales, dada la propensión a prescindir de ropa junto a la obligatoriedad de mostrar públicamente la sumisión a través del accesorio nasofaríngeo. Es una «evidencia científica» extendida por los propios expertólogos que daría prácticamente igual llevar sólo la gomilla. O gafas con nariz y bigote postizos. Con los llamados medios de comunicación, arrimados al fin y al cabo a la agenda que más calienta y convertidos por tanto en medios de difusión o propagación, encargados además de esbozar los programas de las marcas electorales únicamente distinguibles gracias a sus diferentes colores y al público destino de la demagogia de cada gama. Hasta se puede confundir a muchos televidentes cambiando el tinte de la franquicia, lo hemos vivido recientemente. «Medios de persuasión», como los denominaba José Luis Sampedro, íntimamente relacionados con los «medios de inoculación» a discreción. Fundamentalmente en las escuelas y jardines de infancia, a la edad más temprana posible, pero también durante el resto de ciclos de la vida. De hecho, instituciones, institutos y organismos ideológicos se han servido de la población inactiva pero útil para formar la primera línea de fuego de la opinión publicada. Menores y mayores han sido esenciales en la narrativa y vulnerables en la práctica. Teóricamente era mejor ir aceptando el relato que multiplicaba la tasa de letalidad de la propia OMS para justificar los encierros ilegales. Mejor eso que morirse reverberaron en una pobre niña las palabras de los adultos. Veremos si repite lo mismo cuando ingrese a la población activa con capacidad de decidir sobre consentimiento sexual (y no genérico). Quizás a los doce y hasta los setenta.

  Resulta enternecedor el escuchar de parte oficialista que «no están sabiendo comunicar» los jefes de los Gobiernos socioliberales, mayoría en Occidente, después manejados a gusto por la democracia cristiana en las Uniones de Estados. Y sin embargo, Rusia, que no Putin ni Stalin ni el malogrado zar Nicolás II, sabe comunicar tan bien, que ha habido que censurarla oficialmente. A bombo y platillo además, que se jodan. A sabiendas de que en el Oeste americano y en el europeo es lícito quebrantar, y más bajo ordenamiento marcial, el octavo mandamiento de la ley del Dios en el que confían los dólares. Mientras el pope del Este, Vladímir Vladímirovich, ni tiene necesidad de mentir (más bien de desmentir) ni le gusta tirarse faroles. «Para los anglosajones, los ucranianos sólo son carne de cañón», aseveró durante su última intervención en la ONU el responsable de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov. Cuando salen por la tele Sánchez, Borrell o Von der Leyen, les termina dando la risa en algún momento, porque tanto ellos (los oligarcas UE) como los rusos y resto de orientales, así como los occidentales, sabemos que no van a cejar ni van a comunicar nada nuevo pese a advertir y a asumir que no están sabiendo comunicar. Porque tienen que comunicar lo que les dictan los piratas del Atlántico-Norte, con el FMI acechando en una banda y el Banco Mundial en la otra, viento en popa a toda vela cuando avistan un recurso precioso. Y porque los que presumían de haber dedicado la infraestructura de la ARPANET militar a la comunicación empresarial privada (frente al OGAS soviético), consideran que el fallo comunicacional se produce en el receptor (quizá empujado a buscar los partes informativos fuera de la Europa de los Veintisiete) y no en el emisor, que incluso se arroga la calificación de «verificador» acreditado. Aunque, oficialmente, lo hacen todo bien menos comunicar, lo que podría situarles en el lado incorrecto de la historia por primera y última vez. Al otro lado del petrorrublo.

  La solución de la voz de su amo está siendo aumentar la dosis de telecontaminación. Lógico mientras arroje dividendos, que no hay que olvidar están viniendo del incremento forzoso del porcentaje de la producción destinado a la Guerra, como respuesta a la necesidad estadounidense registrada en la estrategia de seguridad nacional de la Administración Trump, America First. No se trata de Defensa, las armas europeas, que no las pagan Borrell ni Von der Leyen sino los contribuyentes del imperio de mentira, están matando indiscriminadamente a civiles de Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Jersón. Desde hace años, cuando los nacidos soviéticos reivindicaron el grado de autogobierno del que disfrutan hoy en Catalunya tras ser legalmente impedidos para comunicarse administrativamente en su lengua materna y de ser literalmente abocados a los sótanos, a cañonazos, tras la abierta amenaza cumplida por Poroshenko y la ulterior recomendación de Zelenski a los campesinos rusoparlantes sobrevivientes de largarse a Rusia, o bien asumir las consecuencias de quedarse. En tono paternalista además: es por vuestro bien [ex]compatriotas, vamos a destruirlo todo, tenemos el apoyo del AUKUS y del eje franco-alemán. El mundo puede colaborar por su causa y la de su señora, de gira cual Lilian Tintori, en su cuenta en el Caribe según reflejan los Pandora Papers.

  Los referendos que se se están celebrando ahora en Oriente, en las citadas óblast ucranianas (al tiempo que se debate en la Asamblea General neoyorquina de Naciones Unidas), no los supervisará INDRA, por no tener mano y porque no serían reconocidos en ningún caso por Occidente por cualquier pretexto. Podría, por consiguiente, ser de utilidad la experiencia de la guardia ducal española en desmantelamiento de urnas adquirida en territorio de los payeses del País Catalán. O en contrabando de opiodes, como es el fentanilo, en el País Galego y el Vasco, la Zona Especial Norte del plan ZEN que, ¿acababa en Barrionuevo? Al súperministro de Interior y Justicia (Belloch) sólo le faltó la cartera de Defensa para encargarse de que la guerra sucia no salpicara más alto. Cartera que hoy porta su entonces secretaria de Estado, Margarita Robles, que se personaría en el mismísimo mar Negro sembrado de minas al mando de la Blas de Lezo si no tuviera que guardar luto en señal de respeto al amo de Gibraltar, desde donde extienden sus tentáculos las casas de apuestas inglesas hasta los barrios donde hay necesidad de ganar, también virtualmente a través del smartphone. Que nadie se quede atrás en la «inclusión digital», tampoco los que escapen desde los guetos hasta las guerras.

  «No podemos sostener este tipo de desarrollo [sostenible] y no podemos transformar el mundo, porque somos el mundo», decía Sampedro en alusión a la generación que el FMI daba por «perdida». Aunque algunos se empeñen en transformarse a sí mismos y, lo que es más alarmante, en transformar al resto por lo militar. Algunos invertebrados logran volar sólo después de liarse la manta [de seda] a la cabeza y habiendo sido suficientemente cebados como gusanos. Pues los hechiceros del mercado único auguran la mudanza inversa, del estado de bienestar a la larva. La gran famiglia europea nos promete «vivir peor que nuestros padres». Y parece ser que ya lo han conseguido, así que pueden disolverse y escribir sus memorias si lo desean. No hay necesidad de extender su mandato y nos podemos encargar del timón sin temor a encallar. Se diría que estamos todos de acuerdo en suicidar primero a la UE y «refundar Europa» después. Cuando digan «ahora no toca», será la señal. Ya no nos preguntaremos más lo que Europa nos puede hacer a nosotros, sino lo que vamos a hacer nosotros por Europa. No confundir Europa, ni mucho menos, con la desigual unión económica de diferentes velocidades europeas, de la que desligarse conlleva sanciones salvo para el reino unido por la riqueza sustraida bajo la Jolly Roger. De ahí «un mundo sin chantaje e intimidación de los indeseables, sin neonazismo y neocolonialismo» como ha defendido Lavrov en Nueva York en referencia a la expasión atlantista dirigida por los de la Union Jack y los de las 13 Barras (las 13 colonias separatistas del rey Jorge III) y las 50 Estrellas (los 50 estados federados, asimismo nacionalistas periféricos de las altezas españolas y francesas). Los rusos son Europa, más que Estados Unidos y que el Reino Unido, y son el mundo. Exactamente igual que nosotros, salvo que Rusia no empieza las guerras, las termina.