Nuestro ello

Compromiso y garantías para los palos ideológicos

Dicen que nuestro ego, el de —por llamarlo de una forma lo más internacionalista posible, aunque probablemente pasada de milenio— los progresistas, es demasiado grande. Puesto que no me identifico con los dogmas oficiales del momento, ni con el ritmo de prosperidad social, puedo manifestar: esa suerte que tenemos. Y digo suerte porque considero que en el actual escenario cambiante sería una ventaja, ya que dejarse llevar en este país por las corrientes eventuales —atarugando en ocasiones los molinos del progreso— acaba indefectiblemente en reducción al absurdo como constatamos ahora con los marcos y posturas internacionales que se defienden para la detención por causas políticas. Y digo tenemos, porque son tres —según Freud— las instancias sindicadas en nuestro aparato psíquico, y, si la lucha es equilibrada entre el superyo (moralidad o adoctrinamiento) y el ello (o instinto reprimido), ese gran ego en que consiste nuestra trina persona sólo podría compensar el sobreinflado superego (socialmente cuestionado) con un ello también demasiado grande.

  Por contra, sabemos que los que alteran el curso evolutivo que ineludiblemente arrastra a algunos individuos (y que los gacetilleros de búnker sacan a la palestra si procede), terminan sumando más, por conseguir que se vayan aceptando, previamente a las citas electorales, las doctrinas estatales con fórmulas y técnicas en su mayoría testadas con la ficción publicitaria (veánse patentes comerciales al respecto, las exitosas campañas empredidas en las redes sociales para Trump por Steve Bannon o cómo el desplazamiento de la ventana de Overton abandona el plano de la teoría conspirativa). Y es que, un meme en Twitter (del griego, mímēma, «cosa que se imita», término acuñado por primera vez en 1976) con —digamos— la cita «algo estamos haciendo mal cuando nos aplauden», en el momento preciso —las horas próximas a la celebración de comicios, p. e.—, está demostrado eficaz para activar o desactivar anímicamente al electorado, sin influir la veracidad de la noticia o trampantojo, sino el número de difusiones, aplicable al monotema en que se ha convertido la desunión de Podemos en Atresmedia y Mediaset, desplazando repentinamente el «conflicto» catalán a un segundo plano desde el desenlace de las elecciones andaluzas.

 Con los recursos disponibles, hace falta un compromiso que ofrezca garantías al mayor número de organizaciones dispuestas a compartir camino —o federarse—. La confluencia de los diferentes palos ideológicos, la determinación de la ruta y las candidaturas conjuntas o no en cada caso, deberán ser el resultado de los correspondientes análisis. El instinto parece pedir compensación por el indecente amartillamiento generacional de superego paterno estatal. En mi caso solicita, por ejemplo, un balance anual de los suicidios (violentos todos), sin distinción de género, como son difundidos otros (des)informes similares, registrando el tipo de desahucio social-natural acaecido, el entorno laboral, el familiar, el tipo de educación, el día de la semana… Y derecho a una vida animal digna.