Régimen del 69 ahora también en grageas

Año 1969, una década antes de que se aprovechen las siglas de un partido marxista para hacer pasar por tolerante democracia la dictadura y su continuación generacional, Francisco Franco —Pitiminísimo por la befa del poeta —, se dirige a su respetable para ensartar al pueblo como veréis: «Todo ha quedado atado y bien atado». Medio siglo después, con los cabos del nudo gordiano ubicados, no han tenido más remedio que apelar a la cruzada, al movimiento nacional y católico. El búnker ha gritado al unísono: «ahora, tu país».

 Parece mentira que después de tantos años sigamos sin denunciar que lo que quedó atado entonces no fueron más que negocios. Son sólo negocios que anualmente sustraen decenas de miles de millones de euros de los presupuestos anuales, fundamental y hasta ahora legalmente a través de instituciones como el clero y el ejército, cuyos mandos y afines terminan siendo benificiarios de los tradicionales desvíos de partidas —convirtiéndose a la fuerza en la oligarquía de este país—. Prácticas iniciadas o continuadas por el PSOE, como casi todas, por reanudar la ‘andadura democrática‘ respetando los intereses franquistas en lo que concierne a la extranjería, los favores eclesiásticos o el lucro militarista de las subcontrataciones y los gastos camuflados en otros ministerios o el tesoro público.

 Un comportamiento preexistente a Franco, el de la familiatura inquisitorial y sus fámulos, históricamente calificado como cristiano y patrio, carpetovetónico, nacionalcatólico, franquista o incluso ahora constitucionalista, cuya calculada equidistancia ideológica —de cara a la galería y gracias al soporte monetario y al despliegue de sus diferentes estructuras—, le otorga la ubicación perfecta para pescar al son de las mareas indignadas. Ideología transversal que yo denominaría ‘prestamismo‘ (i. del que tiene para prestar o hacer concesiones, preferiblemente demagógicas que son más baratas), provechosamente referida como senda de déficit, que no es más que la constatación de que lo que llaman «superación de la crisis» es la fraudulenta creencia económica que normaliza la supremacía imperante, con la intención de asentarse y perdurar en el tiempo.

 Si a esto le añadimos los rescates exclusivos y socialmente excluyentes (suicidios y movilidad exterior aparte), además de la corrupción estimada anualmente en 90.000 millones de euros , la mitad sobrecostes en la contratación pública —por déficit de control administrativo— y la otra mitad absorbida directa o indirectamente por las diferentes formas de corrupción, atribuidos en un 71% a «patrimonios altos y grandes empresas» como denuncian los funcionarios del Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha), Transparencia Internacional o la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), tenemos ingredientes de sobra para recetar algo más que placebo contra la podredumbre.

 Buena muestra de esta perversión institucionalizada son las Cortes y las Sociedades de Inversión de Capital Variable, SICAVs, que aparecen como fórmula para «eliminar restricciones» como justifica la propia Ley 35/2003 de Instituciones de Inversión Colectiva, consintiendo las maquinaciones de la Banca , siempre por delante en esta cuestión (resulta interesante un seguimiento de las publicaciones en el BOE al mismo tiempo que las escenificaciones recogidas en el Diario de Sesiones del Congreso). Cuando la figura de los ‘mariachis‘ —así llamaban los inspectores de Hacienda a las personas que completaban con una pequeña participación1 el centenar de accionistas y los 2,4 M de euros que determinaba la ley— llamó la atención de los inspectores y éstos iniciaron los trámites para investigarla, todos los grupos parlamentarios a excepción de la IU de Anguita (PSOE, PP, CiU y PNV), aprobaron la Ley 25/2005 para, de forma retroactiva, quitarles la competencia y otorgar a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) la facultad de determinar quién estaba autorizado a tributar al 1% en lugar de hacerlo al 35%, y a quién había que sancionar en su caso —u obviar, de manera análoga al Tribunal de Cuentas—. Con la llegada del PP de Rajoy al gobierno, el ministerio de Hacienda, tradicionalmente desvinculado de la cartera de Economía bajo gerencia conservadora, manifestó la intención de recobrar el control de esta iniquidad fiscal que, del mismo modo que fue pergeñada y actualizada periódicamente en el BOE según necesidad bancaria, bien podría ir encaminándose hacia la papelera de no reciclaje.

 Sabiendo lo que pierde cada temporada nuestra sociedad pública, la decisión para el consejo de administración —la ciudadanía, si es que existe— resulta evidente: cese fulminante a esa forma de gobernar. Que cese la buena disposición estatal hacia la casa irreal que vemos hasta con sopa, hacia el ducado de Franco, hacia la fundación sobre dicho monórquido o hacia el colectivo divino que aun con todo mendiga cruces en casillas a la salida de la declaración de la renta. Aunque por separado no dejen de suponer más que calderilla para la recaudación estructural, desempeñan con ahínco su misión terrenal, gloriosa cruzada por la unidad nacional que devenga de esta forma la inversión en dogmas emprendida hace decenios.

 Si bien es cierto que la filigrana para cuadrar ideológicamente los presupuestos generales es cada año más intrépida, no deja de antojarse ridículo que la lucha se limite a reclamar los mil, dos mil o cinco mil millones de euros que suponen revalorizar las pensiones de acuerdo con la inflación.

Farsa de la época

Liberales absolutistas
Socialistas monárquicos
Y cristianos tan incorruptos
Como la garra de Santa Rita —, Rita.

@ciudadanoRASO | 15 junio 2018


(Actualizado el 21 de septiembre de 2018)
1. No dieron con el porcentaje de participación idóneo de la figura del mariachi hasta 2014.