Ay que tururu
Soy yo el tonto
O lo eres tú
Aquí el que roba más
Es el que se hace respetar
El que mata más
Es premio Nobel de la paz
El buen intelectual
No da la cara ni por Dios
Y hay tanta libertad
Que no se puede respirar»
Evaristo Páramos en el tema Que turututu, ay que tururu del disco Toda la puta vida igual (2000).
Los virus SÍ entienden de clases y de sistemas económicos y morales, véase el impacto porcentual en subeuropeos y subamericanos, semejante globalmente en la cristiandad católica ordeñada por los mercogrupos de la UE y la OEA, por una sencilla cuestión de prevención, no meramente digital sino más bien confesional. ¿Veis estos días máscaras en Bielorrusia salvo para ocultar el rostro en algaradas subvencionadas con paguitas? Yo tampoco. Los koljós o fincas agrícolas del Estado bielorruso generan el 10% del PIB (70% total público), frente al 2,6% del sector en la España de la dieta mediterránea, los señoritos y los cotos privados, con un 0,3% de PIB procedente de la actividad cinegética al que hay que restar el saldo negativo consumido en los solares inmatriculados por los pescadores de hombres. La dictadura de Lukashenko lo llaman, quienes desde fuera están interesados en imponer bajo el manto de la «tolerancia» al 80% de votos válidos y 84% de participación. Regímenes que si son amigos del capital gozan de «cierta paz y orden», mientras que si acotan la libertad económica considerando los valores (y no los intereses) humanos, se perturba su tranquilidad y se culpa al socialcomunismo para equiparación sectorial público-privada —en España, con Solchaga, no hizo falta—. Para desequilibrarla donde ya manda la economía particular, se equipara lo social directamente al fascismo sin el más mínimo pudor. La realidad es que no hay medidas sanitarias coercitivas ni en Bielorrusia, de tradición socialista, ni en Suecia , monarquía constitucional de cultura aristocrática y espiritualidad protestante, honorífica y sin privilegios políticos, lo contrario a una monarquía oligárquica y nacionalcatolicista que decide por todos. Compárese nuestra obsoleta feligresía con dos ciudadanías funcionales y contrapuestas.
Si bien es cierto que el número de camas hospitalarias no es definitorio de la calidad (están además los cuidados ambulatorios, el personal disponible, los tiempos de espera y la fe en curas y monjas o en el dios Dinero), también lo es que las medidas sanitarias capitalistas se han limitado a dosificar la asistencia según la capacidad. Así es su medicina preventiva. Y es evidente que no pueden tomar las mismas medidas territorios con menor capacidad asistencial y pretender los mismos resultados que los otros. Lo que quiere decir, no tanto que se veía venir como que se podía esperar en nuestro país, tanto el cierre eventual de la sanidad privada tras una declaración de la simbólica Organización Mundial de la Salud como el incumplimiento de la disciplina fiscal europea (crónico desde la desnaturalización del Título financiero de nuestra Constitución). Cuando los países conocen además la incidencia viral —al menos desde principios de año—, lo suyo es ir a por el virus, no esperarlo en hospitales, iglesias y tanatorios. Mientras los modelos privados tienden a disponer más camas por no ser un gasto sino un ingreso, los públicos compensan, como es el caso de Suecia o de Cuba, con prevención y servicios de atención primaria y ambulatoria. Ninguno de ellos es el caso de España, que tradicionalmente acoge lo peor de todos los mundos.
Ranking de camas de hospital por cada 1.000 habitantes.
Fuente: CIA (2019)
1. Mónaco* (cobertura 100% privada): 13,8
5. Bielorrusia*: 11
6. Ucrania**: 8,8
8. Alemania: 8,3
10. Rusia*: 8,2
11. Austria: 7,6
13. Lituania: 7,3
20. Francia: 6,5
48. Grecia: 4,3
67. Italia: 3,4
68. Portugal: 3,4
73. ESPAÑA (PIB 14º): 3
80. Irlanda: 2,8
* No pertenece a la UE ni está en proceso de adhesión
** En proceso de adhesión a la UE
La principal diferenciación entre reconstructores (donde el daño ha sido cuantioso) reside en el modo de entender la prevención: con o sin dotación de centros, servicios y medios materiales y humanos; con digitalización al servicio humano o al contrario. No tienen la misma concepción la inmaculada A. P. Botín que el pringao José Luis Sampedro —por citar a dos economistas antagónicos—. Y lo mismo ocurre con la manera de concebir el ecologismo y el feminismo y cómo desarrollarlos compatiblemente con el sostenimiento de los oligopolios. Para el neoliberalismo todo es susceptible de ser gravado (incluso la energía renovable) y toda prostitución es dignificable. La postura oficialista y de la agenda del poder en nuestro país es que los virus no entienden de clases, que estamos todos igual de expuestos, sanitaria, laboral y económicamente. Lo cual pasa por negar los datos de los modelos socialistas, pasa por alinearse con D. Trump, flamante nominado al Nobel de la Paz, y su idea de las ciencias empresariales.
Otra negación es la de la existencia de responsabilidad en la caída de los marcadores económicos. Nos dicen que, así como en 2007 y siguientes los responsables fueron los beneficiarios de los rescates, en esta ocasión los beneficiarios de los rescates no son los responsables. La quiebra técnica de la Seguridad Social como anunció hacia el final del mandato de Rajoy la sucursal del BCE en nuestra nación (el Banco de España examinado por la AIReF), o la externalización de servicios sociales, o la succión de la hucha de las pensiones, nada tuvieron que ver. Este debate se está negando. Si acaso, se producirá entre socioliberales y democristianos una vez disociada la coalición gubernamental. Saneamos entre todos Bankia, y unos pocos la desvalorizan para regalarla al sector privado, premiándose a los artífices con el control del nuevo rescate supervisado por el BCE y el FMI (como se elevara a los altares a R. Rato durante el capatazgo de Rodríguez Zapatero). Ahora busca cajeros y resto de servicios si no eres de una metrópoli de la vaciada España Global. Para disfrutar de derechos constitucionales como la vivienda no preguntes en lo público, pregunta mejor al maestro armero . Con los Borbón no somos soberanos. ¡Ahora que España Podía disfrutar una banca pública como la del eje franco-alemán…! Qué ridículo a su lado nuestro instituto de crédito, al servicio fundamentalmente del bipartito al que el ICO financió en las últimas elecciones después de la transfiguración del Banco y la caja B populares. Y qué lástima del Banco Hipotecario, que en paz descanse (Prolegómenos de la República, 2 de diciembre de 1872 – Ocaso del Guerrismo, 3 de mayo de 1991). Las ciencias políticas no pueden hacer que se levante y ande, sí custodiarlo por los siglos de los siglos.
La oligarquía que tenemos por régimen, con el monarca como guinda del «ordenamiento constitucional» que habilita a las Fuerzas Armadas (en su art. 8 ) defensoras del Franquismo S. A., es aval de imposibilidad redistributiva de riqueza, con impuestos regresivos en lugar de progresivos, desprotección social, desatención a la dependencia y cargas de trabajo no remunerado al ama de casa. La negación más preocupante es la del mangoneo de la gestión pandémica con fines económicos, que llega precisamente de quienes aprovechan la coyuntura para avivar el fanatismo partidista y la agenda del ahora no toca otra distracción que el cainismo vecinal ni otra prevención que el seguimiento digital. Los magufos de las pseudociencias políticas, económicas y del cuarto poder niegan que estén más expuestas las clases populares por [mal]nutrición, estrés o vejez cascada y apresada por las garras de fondos buitre y sus tarifas planas. Los anti antígenos farmacéuticos que sacan por la tele son minoría, legítima, igual que los sin techo en propiedad o alquiler (que no los allanadores de moradas). Como lo eran los absentistas laborales por cuestión reivindicativa (y no por picaresca) en otro punto del dietario de la flor y nata sociocultural. No son la norma. Sí lo son las ciencias de la información que colonizan opinión y expresión. Medios y voceros pasarán, mas su palabra no pasará. Y su Verbo es la CRISIS apocalíptica, en trance permanente y sentada a la derecha de su progenitor gestante, la celestial burbuja, si miramos la línea sucesoria de los acontecimientos. La primigenia y etérea pompa es henchida en última instancia por el Espíritu Santo de la innovación, ya sea esta energética, inmobiliaria o la financiera de nunca acabar que se trata con vacuna dineraria funcional para unos pocos y se lleva por delante a quienes la experimentan en sus carnes. Ciencia económica lo llaman.
Su discurso es fácil de predecir, pues es un proceso cíclico. Su digitalización será tan inclusiva como su transición, su feminismo, su globalización o su uniformidad fiscal. Techos para unos, cielos para otros. La nueva agenda se convertirá en certeza a través de la posverdad, que es el momento en que se da por rentabilizada la inversión corruptiva y se trazan nuevos medios y metas. Si hay que pedir perdón por las culpas del pasado, se acude a la confesión y sanseacabó. El mejor antídoto es el distanciamiento social para mantener los anticuerpos incólumes. ¿Cabe esperar que alteren su envenenado alegato? Como mucho, ellos, pueden ganar tiempo; como poco, nosotros, podemos perderlo. Con tanto parroquiano descarriado, buscan como posesos la fidelización pasando el cepillo a cuenta de hogueras para brujas y demonios volálites —responsables de todos los males—. El negacionismo viral interesa, de hecho se amplifica para escarnio como ya ocurriera con el veganismo y el animalismo. La manifestación contra la reducción de emisiones víricas por nariz y boca Marca España ha sido por ello la rebeldía más exitosa en este país en años: no fueron reprimidos y consiguieron ridiculizar al poder ejecutivo (y, sin separación de poderes, también al legislativo), cuya respuesta fue coherente con mantener la obligatoriedad de ofertar religión en los centros de salud y enseñanza (confederados los credos abrahámicos por su declive), pues hay que ser tolerante con los creyentes en plagas bíblicas o en la intersexualidad integral de Mariam (la que diera a luz en Belén siendo todavía el sujeto jurídico hoy conocido como menor) y el hechizo de los crucifijos que acaparan el todopoderoso p. judicial. Llámalo ciencia religiosa, cada vez más distanciada del escolasticismo.
Negar el virus no supone ninguna afrenta. Sí lo supone negar «la crisis del virus», una verdadera blasfemia para el capitalismo que perdería el pomposo chivo expiatorio para la sistemática depresión económica. Al mismo tiempo, maximizar los riesgos entraña descrédito para el sector privatizable. Ahora que hemos dejado de ser analfabetos, es el momento de dejar de ser ignorantes, de que se enseñen troncalmente en las escuelas tanto las ciencias objetivas como las filosofías, la tolerancia ética y su historia, sin olvidar los distintos postulados hacendísticos y jurídicos. De instruir en geografía ya se encarga la saludable promoción de Españoles por el Mundo, y de la definición de fronteras y resto de obstáculos la troika atlantista (OTAN, FMI y Banco Mundial). De la educación física, el amigable señalamiento por haber engordado en vacaciones. En ciencias sociales, lo importante es recordar el nombre del presidente o presidenta de tu Comunidad, y, tras pasar el rodillo de la posverdad y si procede, de sus hitos. Ahora que estamos institucionalizados, es un momento estupendo para redimirnos de la globalización —tal y como la entienden Juan Carlos I e hijo— y encomendarnos a las ciencias naturales. Y de que representantes políticos y periodísticos de la sociedad civil (y no de los partidos) cuenten a los vecinos las operaciones, por lo general bursátiles, que hay detrás del biombo. Así se combatirá la agenda de magufos y tecnócratas a sueldo del poder, salvo que siga siendo común a la de dirigentes de formaciones y corporaciones incrustadas en las instituciones del Estado.