¡Y que sigan sin reconocer la estafa de la transición ejemplar! ¡Y que sigan manteniendo que gozamos de salud democrática y que todo es gracias al rey, es decir, al dictador que lo institucionalizó! ¡Y que quieran seguir endosándonos una no-dictadura…! Conviene rememorar el mensaje de Juan Carlos R. en la madrugada del 24 de febrero de 1981 a los mandos de Tierra, Mar y Aire, teniendo presente la imposición del 8.1 de la C. E. (la última palabra para el ejército, en la práctica la OTAN, el Departamento de Defensa de EE. UU.), los desclasificados CIA sobre 23F y GAL y la confesión a micrófono tapado de Suárez: «hacíamos encuestas y perdíamos». El jefe de Estado no ordenó a la junta de jefes de Estado Mayor, sino al contrario, tranquilizó con los acontecimientos inmediatos a los que se lo daban hecho. Suárez manifestó en abierto: «es preciso demostrar con hechos lo que somos y lo que queremos». La bandera vigente hasta finales de 1981, a la que habían jurado lealtad los militares, era la del Águila de San Juan flanqueada por el «yugo de gules» y el «haz con cinco flechas» rescatados por Falange y por el régimen franquista. Al mismo tiempo que se prescinde de la enseña, el PSOE se compromete [igual que UCD] a defender «hasta las últimas consecuencias» la Consti. «libremente apoyada por el pueblo» y dispone su estrategia de «consolidar la democracia» en el bloque OTAN.
El 29º Congreso del PSOE no tiene desperdicio: «luchamos por someter las fuerzas económicas a los fines de la vida humana», «no participamos de la aberración ideológica que hace del mercado un fin en sí mismo», «momento histórico que nos ha tocado vivir»… «Las subvenciones de la Administración Central a la Local han venido siendo en múltiples casos instrumentos partidistas en manos del gobierno de la UCD», «reconsideración del papel de las Cajas de Ahorros», «instrumentos al servicio de las clases populares»… Como son unos artistas componiendo, lo más repetido en el documento es «instrumento». ¿Para las clases populares? Instrumentar las DROGAS según el momento, las malas y las BUENAS —amplio abanico—. Adormecer el malestar social, inhibir la reacción; siempre. En la cultura de la venatio, los ritos supercheros llegan a través de los ludi que consiguen que los paganos rindan honores a dioses y pendones, convirtiendo en vox populi sus donaciones o munera y trasladando el enfrentamiento al anfiteatro civil.
Con la comunidad entretenida en imponer su héroe al vecino durante las bacanales —del dios Baco pocos dudan—, le es más fácil al patriciado recomponer su emporio, prorrogar su imperium, amañar el ruinoso modelo del desarrollo compatible (que no sostenible). ¿Y cuál es hoy el plan de los reconstructores al servicio de farmacéuticas? Pues «incrementar la inversión en salud mental, construyendo un verdadero sistema integral de atención, que combata la estigmatización, que tenga un enfoque de género y de derechos humanos». Hasta 1990 la OMS abordaba, del mismo modo que abordan las Iglesias y sus adoctrinados, la homosexualidad como enfermedad mental. Lo mismo ocurre con la depresión, las pastillas no consiguen que el mundo mejore, la disidencia conductual es un daño colateral. Lo que tienen que hacer para mejorar la salud mental de los demás es largarse. Las reacciones alérgicas que se visibilizan en la piel —de toro— no se curan con pomadas, cerrando los ojos, sino yendo a la raíz del problema. Adormidera, la justa y necesaria. España ha sido siempre el camello de Europa y el suministro se va cubriendo legalmente con la garantía OTAN (p. ej. Afganistán). Sumado a las adicciones de juego (p. ej. Gibraltar), servicio sexual (p. ej. Centroeuropa) y derecho a consumir CUALQUIER producto (p. ej. Ucrania).
Conocemos nuestra posición exterior por boca del presidente (la jefatura estatal se reduce al negocio), mero eco del expansionismo atlantista. Mientras Latinoamérica resiste, el neohippie europeo consiente los golpes de estado a gobiernos socialcomunistas (p. ej. Bielorrusia). Consiente el mismo capataz gubernamental cuyo ejecutivo ha sido calificado de ilegítimo, cuyos resultados electorales han sido cuestionados, cuya gestión es tildada de criminal por la misma ultraderecha que confraterniza internacionalmente con sus camaradas. El clasismo es una crisis de nunca acabar en los «momentos históricos que nos toca vivir», ya sean los años 20, 30, 40, 50, 60, 70, 80, 90, 00, 10 o los felices años 20 que llegan (la nueva normalidad 2030 , heredera de la de 2015, 2000…). Vivir el momento histórico para los que decían combatir el «neoliberalismo» ya en 1981 se traduce en no hacer nada por cambiar la dinámica. No batallar en vida y muerte dulce (premio al agónico producto de fondos buitre), lo contrario a vivir la vida y morir guerreando al enemigo de la tribu familiar. En el feudo del munus gladiatorum, Pompeyo y Craso negocian la burocracia que mejor enrede a los aspirantes a manumisos en las escuelas. Mientras, parte de la plebe, imbuida por las mismas insidias de hace dos mil años, asedia la villa de su tribuno.