Publicación inspirada en un poema de Juan Ramón Jiménez, sobre una estación del año y un color, de cuyos nombres no queremos acordarnos a día de hoy en «esta nación tan vieja y tan admirable». Coincidiendo con el aniversario de la «Revolução dos Cravos» —también «O 25 de Abril».
Mitras azafranadas anidaban
los rascacielos; la noche
era un llanto arpegiado con oros;
un mísero acostar da morte.
Para los huesos bizarros
trovaron las Divas: sesgado horizonte.
La luna largaba aureolas de plata;
las sombras, crecidas,
recortaron segadoras áureas.
Cucamonas de crema, flor ambarina;
descollad, meacacas,
entre verde alada de rapiña.
Abril venía, lleno
todo de dientes de león:
dientes amargos
dientes en el vall d’Hebron.
Fanales fundidos,
el trampismo reza con imán felón.
Poema original de Juan Ramón Jiménez. No nombro su título; de 15 a 30 años, son muchos años.
Abril venía, lleno
todo de flores amarillas:
amarillo el arroyo,
amarillo el vallado, la colina,
el cementerio de los niños,
el huerto aquel donde el amor vivía.
El sol unjía de amarillo el mundo,
con sus luces caídas;
¡ay, por los lirios áureos,
el agua de oro, tibia;
las amarillas mariposas
sobre las rosas amarillas!
Guirnaldas amarillas escalaban
los árboles; el día
era una gracia perfumada de oro,
en un dorado despertar de vida.
Entre los huesos de los muertos,
abría Dios sus manos amarillas.