El Estado-nación




«Los españoles pensaron ingenuamente que la España propiamente dicha, no la que se vendía y entregaba a la codicia extranjera, tendría de su parte a esos dos grandes imperios (el británico y el francés), puesto que los altos intereses de éstos coincidían con los hispánicos. No fue así. La lógica de los hechos era otra.»

Antonio Machado en Desde el mirador de la guerra (serie de artículos en el diario La Vanguardia), primavera de 1938



El Estado-nación es la forma de organización político-territorial que surge tras la Paz de Westfalia (1648) y la independencia de las Provincias Unidas (de los Países Bajos) respecto de la Monarquía Católica con sede en la antigua provincia romana que es la península hispánica; en un contexto histórico de restar poder a los monarcas absolutos (a Carlos I de Inglaterra y de Escocia le cortan la cabeza un año después), de reconocimiento de la exención y neutralidad tributaria de Suiza, y de aparición de principios políticos liberales basados en la practicidad por observación de malas experiencias (empirismo). Fue Locke quien primero propuso separación de poderes ejecutivo y legislativo, con un tercer poder «federativo» eminente sobre el resto para las competencias de la jefatura estatal. Hoy en nuestro país, si hay guerra judicial (lawfare ), se administra en nombre del rey. Principios liberales (marcadamente anticlericales, liberación del clericalismo inseparable del militarismo) precursores de los principios democráticos burgueses nacidos medio siglo después por ilustración del hombre libre y burgués como era el barón de Montesquieu, no así de la mujer o de los multirraciales esclavos, que no tenían voz ni voto al tiempo de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789, cuatro años antes de ser guillotinado Luis XVI por la mejor democracia que habían tenido hasta entonces los franceses. La denominada «política realista» (o realpolitik) es el guiñol o narración maravillosa de los siempre históricos cambios para que el establishment no cambie.

  Llorando mucho y denunciando al vecino, la plebe o más bien sus tribunos, pueden mamar de concesiones demagógicas como la cámara baja (la alta está reservada para los próceres) a modo de estatutos [reales] de lo posible y sin coste para el poder establecido del momento. Embarrar tramas, contaminar pruebas, desenfocar lunas y enfocar dedos distrayendo dinero aquí y allá para que todo siga igual. El Estado [mal]trata a la nación (o pueblo, cuando está unido y hay contenido en sus reivindicaciones más allá de banderas) como a personas de corta edad mental, estrategia habitual en regímenes políticos, totalitarios y dogmáticos por definición de los sistemas políticos en los que un Estado ordena a una o más naciones. Pudiendo dicho Estado estar ordenado a su vez por el credo neoliberal, la senda del déficit y el poder de la deuda (la deudocracia que llama en bucle al monstruo de la inflación) después de que los dogmas de Reagan y Thatcher se asentaran en Branderburgo, religión tecnofeudal tras el paso por el FMI y el BCE de la jurista Christine Lagarde (y de Rodrigo Rato, y de Luis de Guindos…) y por la Casa Blanca del premio Nobel de la Paz por adelantado y por matar más y mejor, Barack Obama. Algunas vidas negras importan (Black Lives Matter), tanto como las mordazas digitales en defensa de la seguridad nacional estadounidense (detrimento de la seguridad social de Portugal, Italia, Grecia y Spain) y los derechos de los ciudadanos, concretamente los de propiedad intelectual que se estiran, se compran y, por la ley de la oferta y la demanda, se venden. ¿Es 100% pública la «cultura europea» que nace con la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776) y con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789)? ¿Es la ilustración europea de pago, copago y repago?

  A nuestro multiconfesional Estado (ninguna confesión tiene carácter estatal pero el Estado sí tiene carácter confesional sostenido por credos hermanastros) le conviene que las trabajadoras sexuales cuyo oficio es hoy dignificado en el otrora país de las diosas madres de la fecundidad, voten y disfruten del derecho al trabajo ya desde la menarquia —que en el caso de la «mujer trans» coincide con la menopausia—, con o sin velo. Además, no se mira de dónde viene el voto ni hacia dónde va, actualmente pueden proyectar sondeos sin desviarse y hacer que triunfen todas las listas cerradas por los partidos que obtienen condición de representante (hemos progresado fantásticamente en el aspecto tecnológico para seguir estancados en el aspecto social). Si una lista se presenta en un Estado corrupto (o atado y bien atado), es porque ya se corrompió con anterioridad o bien porque no tienen posibilidad de obtener voz parlamentaria y de que prospere su reivindicación estrella (los partidos tienden a una por lista, lo cual ya es una criba matemática terrible) hasta alcanzar el estatus de reconducido negocio como ocurre con el orgullo de travestirse para no ser gay sino mujer, con o sin velo de nuevo. Empezaron por las autonosuyas de monarquías cristianas y ahora es cuestión de Estado para desbloquear ayudas —se chinche Vox—. Enmienda a la totalidad del Estado, para todos los pueblos de España, todo.

  La globalización sirve a las marcas electorales para equipararse a los vencedores vecinos, igualmente todas las listas que obtienen condición de representante. En Francia ha sacado más diputados el Nuevo Frente Popular, primero porque ha querido su presidente Macron anticipar tres años las elecciones legislativas (sistema semipresidencialista, el presidente forma gobierno en función de las mayorías que se pueden dar y en función de la agenda). Macron y su partido tienen mandato hasta 2027, y suman tanto por la derecha como por la izquierda. Como además izquierda y derecha globalistas únicamente se diferencian en si la mujer trans es o no mujer y en si se puede abortar (interrupción voluntaria) una semana antes o después, da igual quién gobierne. «El triunfo del Nouveau Front Populaire» lo único que demuestra, con todas las listas triunfantes, es que da igual quién triunfe o asalte los cielos. ¿Qué fue primero, Francia o España, la gallina o el huevo? ¿Acaso están el PCE, IU, Podemos, Sumar, ERC, Bildu…, orgullosos de sus logros (en escaños) «mejorando la vida de la gente»? «La victoria de la izquierda» demuestra asimismo que Mélenchon no es inquietante para la patronal, otorgarle la cartera de Consumo le vendría como picha al culo a Emmanuel Jean-Michel Frédéric Macron.

  Viendo además al rey Carlos III nombrar al quinto Primer Ministro (y Primer Lord del Tesoro británico) en cinco años en los que la excolonia india ha superado al imperio como generador de riqueza (desde que expiraron los dos años para concretarse la salida del Reino Unido de la UE han circulado los conservadores May, Johnson, Truss, Sunak y el laborista Starmer, esta vez como May y Johnson por elecciones generales según escrutinio mayoritario uninominal para un mandato de cinco años), al igual que en Francia y en España primo ministro de los de «somos la izquierda» que hace lo que le ordena la NATO, conviene tener presente la reflexión de Antonio Machado acerca de la inacción de los imperios francés y británico para con el reich alemán, en su periplo mediterráneo hasta Collioure y Desde el mirador de la guerra : «ambos concertaron la fórmula de no intervención con la participación de sus adversarios. Ya es voz unánime de la conciencia universal que el pacto de no intervención en España constituye una de las más grandes iniquidades de la historia».