Sosteneya y no enmendaya



«Señores procuradores: […] La Monarquía, heredera de una tradición histórica, ha de ser, ante todo, una Monarquía de todos los españoles. […] Para ello, de la ley a la ley, a través de la ley, SIN violencias ni RUPTURAS, con el concurso de todos, avanzaremos hacia una democracia plena.». Torcuato Fernández-Miranda, Diario de Sesiones de las Cortes Españolas de 5 de diciembre de 1975.


Por la Ley Constitutiva de las Cortes de 1942, el jefe de Estado a 2 de diciembre de 1975 (el figura más tarde conocido en el BOE como Juan Carlos R.) nombró a puro dedo al Presidente, a los dos Vicepresidentes y a los cuatro Secretarios de las Cortes unicamerales en ese momento (unicamerales desde que un tal Primo de Rivera diera un golpe de Estado para deponer este poder territorial). Huelga decir que Juanito, como era conocido en el entorno familiar el Huido por ser el hijo del donjuán de don Juan (cabeza de la Casa Bourbon hasta 1977, cuando ya por fin desiste de su privilegio genético), fue DICTADOR durante un breve pero intenso lapso de tiempo con consecuencias que todavía hoy colean. Salvo que lo de Franco no fuera un dictadura, claro, dirección en la que navega causalmente la judicatura ESP, prima hermana del clero y el ejército por la Gracia de su Excelencia el Generalísimo (entonces no se empleaban los prefijos híper-, mega- o súper-), y que sí considera que sea un dictador el hoy heredero de la fundamental Ley consensuada por los generales y conciliada por los obispos, el primo ministro y endémico embustero Pedro Sánchez. Y yo les entiendo, pues saben del potencial de esa Ley que disfrutan durante su turno alternante.

  La dictadura de España, con la potestad para el dictador de presidir el Ejecutivo instaurada entre enero de 1938 (tres meses antes de que Pío XI reconociera el liderazgo de Franco, ya reconocido por las eminencias patrias) y diciembre de 1978, cuando son derogadas las Leyes Fundamentales de Francisco más una de Juan Carlos, dispuso, con sus disposiciones, las Cortes actuales: «Congreso de 350 diputados y elegir 207 senadores a razón de cuatro por provincia». 40 años largos de dictadura más 47 de prórroga para no ofender al maltratador régimen y poder enterrarlo con honra, con el episodio de pergeñar y disponer las sillas poltronas incluido en aquel casi medio siglo de cierta paz y orden (decía Naranjito). Cortes bicamerales que aumentan el monto de los chupópteros (las Cortes franquistas rondaban los quinientos procuradores, todos ya de por sí próceres en un contexto de ministros-empresaurios) dotándoles de un senado de minoritaria representación territorial y mayoritaria representación partidista. A decenas de esos chupópteros los pudo nombrar de nuevo a dedo el catador de platos mayor del Reino. Dedocracia de recorrido piramidal que acaba en los caciques de las taifas, todavía hoy vigente. Alfonso XIII se largó a los burdeles de Centroeuropa tras perder las elecciones municipales, para conspirar contra la res publica además como «falangista de primera hora» que se decía. También se separó sin divorcio en el exilio, una tradición en la familia más ejemplar del país. Su nieto el Campechano, que de haberse mantenido la república hubiera sido aprehendido nada más poner pie en suelo patrio, tras romperse la cadera en Botsuana. No pienso hacer mención de Isabel II, a la que debemos el primigenio Concordato con el Estado unitario y católico del Vaticano, cuya recuperación (había sido abolido por gente que acababa de aprender a leer) socorrió a Franco en 1953 y que nos debe aportar bastante cuando desde dentro de las instituciones no se cuestiona (tímidamente la esfera de Pudimos).

  A mediados del 76, el Reino da descanso a Arias Navarro, con amarilla por los «Sucesos» en las calles de Fraga (en Interior). Son cosas que pasan y que pasan en libertad si consideramos que muerto Franco se acabó el franquismo, franquismo que era anterior a su más acabado fruto Francisco Franco —magister Julio Anguita dixit—. Y Juan Carlos saca al terreno de juego a Suárez, que le devuelve la pelota incluyendo al Borbón en la «norma fundamental del Estado» para que «mande» a todos los españoles guardar y hacer guardar el trampantojo. La pescadilla que se muerde la cola. Ni la grada ni Radio Televisión Espantosa iban a cuestionar ni el cambio ni el gol por la escuadra de Suárez (el Pistolero Luis no, el otro, Adolfo). El todavía dictador enchufando a gogó y a discreción por la ley para la REFORMA política de la dictadura de enero de 1977 (la Pasionaria aún no había regresado a España) validada por referéndum el 15 de diciembre de 1976 (a ver), y convocando para junio, la inseparable de la Presidencia de Gobierno Jefatura del Estado y a la vez DICTADURA (lo será hasta los penaltis del franquismo sociológico), «elecciones generales», que no pierde el exSrio. Gral. del Movimiento falangista ya por entonces primo ministro democráticamente al mando de la Inteligencia (dejando actuar a conveniencia).

  También por las leyes vigentes, sin «Constitución» oficial aún, se nombran 7 ponentes que reflejan la mayoría del conservadurismo para redactarla, y que pasan directamente al legislativo de la presunta democracia naciente (Fraga irá después de habilitarse el nivel autonómico al ejecutivo de Galicia e incluso será eurodiputado). Todavía en el año 1977 y con las Leyes del Reino, España y su cuestión, la cuestión española, ratifican en abril el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que habilita p. ej. al derecho de libre determinación de los pueblos y la mal llamada Constitución del 78 los acoge después en su «ordenamiento interno» (art. 96), pudiendo ser consultados en el BOE bien traduciditos a la lengua oficial del Estado, que todos los españoles tienen el deber de conocer y el derecho de usar si quieren que les entendamos en Castilla, el castellano. El mismo idioma que durante la II República, espanhola a los ojos de los portugueses que nos entienden sin pinganillo mediante. Martín Villa hereda la Gobernación de Fraga (hoy Interior) con la consigna de no legalizar a las siglas republicanas que no abjuren del republicanismo y de la «R» de república, forma de Estado contraria a la que llamaba el voto y que ya estaba decidida. El PSOE de Suresnes tenía hechos los deberes y con el PCE no había problema por conformarse con la amnistía y un pedacito de la tarta. Una ¿transición? con no pocas muertes, en la que cada uno de los cinco poderes sigue en la práctica igual.

  La Ley de amnistía 1977 que firman PCE y resto de vencidos es precisamente la ley que le sirve al poder judicial vigente (orgullosos herederos del franquismo, como en el resto de poderes pero en mayor medida por el peso de la lawfare) para conservar las condiciones OFICIALES de víctima, la Guardia Civil p. ej., y verdugo, el pueblo que algo habrá hecho y no hay manera de averiguar el qué. Sin justicia no hay memoria ni Garantías de No Repetición. El antes jefe del NO-DO y después Duque de Suárez sondea (hacia 1977) y sabe que pierde un reférendum Monarquía o República. Más tarde se confesaría ante Victoria Prego, honoris causa a la carrera periodística por la Universidad Rey Juan Carlos y por guardar el secreto durante años. Y «lo meten» al rey (así lo dice el duque) hasta el punto de que el Inviolable e Irresponsable sanciona el texto. Demasiado burdo, lo sé, funcional también. La transición del cuarto poder la podríamos titular «50 años (1975-2025). De Rosa María Mateo a Rosa María Mateo». Del blanco y negro al color del Telefunken de la misma procedencia que las salchichas Frankfurt (donde sí comen cerdo, no es el Magreb). Conviene recordar que a este poder no se le aplicó ‘el 155’ de inspiración teutona en su momento en Catalunya, sí al Govern. Tampoco al de Madrid durante la ‘pandemia’ (vacunas Pfizer-BioNTech «seguras e imprescindibles» según Díaz Ayuso). Como ejemplifica el famoso chiste gráfico con el mayoral llamando a la calma a Su Majestad frente a una turba enfurecida con antorchas y tridentes, sólo hay que convencer a los que portan tridente de que los que llevan antorcha quieren quitarles los tridentes.

  Hasta el 6 de diciembre de 1978 estuvieron vigentes las leyes del Reino franquista, con Juan Carlos como heredero desde 1969 y tras terminar de atar la ley de secretos oficiales, haciendo las funciones de la jefatura cuando Franco no quiso o no pudo. 2025 menos 1978 son 47 años en presunta libertad, y no 50 como vende el chiringuito del Gobierno «España en Libertad» que está incluyendo su sellito en las proyecciones de memoria Y JUSTICIA (la universal no prescribe), donde precisamente se está diciendo todo lo contrario a que son 50 años en libertad, por el mero hecho de que Franco se muriera en la cama y se le exhumara a priori «sin cámaras» ni honores ni con el nieto del dictador invitado a La Secta Noche. El enfado al PNV con lo del «olvido de todos para todos» que trata de conservar la Ley de Memoria del perrosanxismo (Pedro el Bello y resto de conductores suicidas), se le pasó con la denominada en su momento por Informe Semanal «segunda transición» (la vuelta de los preconstitucionalistas al ejecutivo). Ir de un punto A a ese mismo punto A no puede ser llamado transitar, eso sería más bien pulular: la pululación en torno a la Administración (del pastel). Transición será el propio R78 si nos movemos a otro punto, lampedusianos. Llaman «transición» a la transacción de poder los mismos que te alertan, permanentemente, de que viene la ultraderecha, no sé si os habéis fijado en ese detalle (amenanzan con sacar a pasear a la dictadura del capital y al monstruo de la inflación, por tu gran culpa para mayor escarnio público). O en que el sedicente Gobierno de la Gente te tenga que torturar cada minuto de vida con su single «Somos la izquierda».

  ¿Quién se puede creer que el partido del régimen por antonomasia, el que subyuga al resto cuando quiere, va a cambiar algo en esencia? Concesiones demagógicas, sin coste para el poder y reconvertidas a negocio, todas las que queráis. ¿Hasta cuándo? No quieren «reventar a la derecha» que todos sabemos que tiene el PSOE dentro de casa desde su refundación en Suresnes (y antes de la II República, véase su colaboración con la dictadura de M. Primo de Rivera), sino sostenerla y no enmendarla. Quizás hasta que perciban que somos más y mejores. Sosteneya y no enmendaya en castellano antiguo, esto es, no retractarse y seguir «poniendo el cuerpo» (las mejillas ya las pone la militancia que le queda a la progresía más la que perdió definitivamente) una vez desenvainado el escudo social. El complemento directo del infinitivo «la» (o «ya») hace referencia a la Iglesia-Estado y su beneficencia, y, por añadidura, a la porción de pastel que se puede demandar como izquierda cristiana en Españita (la península de Ispanya sin Portugal ni Gibraltar ni Andorra), contradicción en sí como lo es una democracia cristiana y, al mismo tiempo, sinónimo de ultraizquierdismo o de comunismo en algunas cabecitas. Nótese que se trata de un «ultraizquierdismo» INSTITUCIONAL, es decir, consentido por el Estado-Iglesia, siempre en minoría perseguida, lo cual anula para los de abajo (mucho mejor los de fuera) la posibilidad de «sorpasso» y de subir escalón en la pirámide administrativa. Que caiga el Reino-Iglesia simbólico, que ya levantaremos los que estamos cansados de hacer de fámulos para las familiaturas, una Casa Común con su techo y sus paredes. A hilo de la separación familia-individuo y de la brecha generacional, ¿es la famiglia tradicional la de una mucama pitándole los oídos cuando nos acordamos de «la madre que los paseó»? Es por saberlo y por honrar en esa dirección a mis hijos y potenciales hijas.

  Ya se consintieron las siglas PCE, no sin desprenderse de su ideología (fundamentalmente del laicismo y del republicanismo) y abrazar los requerimientos, al fin y al cabo, de la parte vencedora, de los líderes político y sindical del franquismo, José Antonio Girón de Velasco (que p. ej. había nombrado al padre de Mª. Teresa Fernández de la Vega, luego presidenta del Consejo de Estado, Delegado de Trabajo en Zaragoza) y Dionisio Martín Sanz. Franco llegó al poder matando y se marchó matando, lo que podía en cada momento. Dialéctica de los puños y las pistolas apaciguada por el presidente de las Cortes y del Consejo del Reino, el Duque (desde mayo de 1977) de Fernández-Miranda, y el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez (que tendrá que esperar por el Ducado hasta el 25-F de 1981), artífices reconocidos y valorados por el lampedusiano timo que homologaba como democráticos los principios de la Cruzada Nacional (una «adaptación» concedida por el búnker político que tenía miedo desde que Carrero voló por los aires, el miedo había cambiado de bando no sé si por injerencia de un Putin comunista con veinte años) postergando la evolución natural de un país y también del planeta Tierra, pues el Reino católico habilita y se retroalimenta con el Estado anglicano, el Estado judío, el Estado islámico, la Dinastía wahabita, etc. Parientes de Dios en la tierra, y esas movidas suyas, de los reyes.

  Días antes de empezar el verano de 1977, «vota con realismo» fue el primer eslogan electoral del régimen del 78 que ordena a la nación y donde la banca (¿por qué nacionalizar Repsol en el Perú porque contamina y no aquí la banca hipotecaria porque aboca demostradamente al suicidio?), el clero y el ejército nunca pierden sin presentarse oficialmente a los comicios. Hoy debería ser algo así como: presentaos vosotros a elecciones y pillad vuestro cacho de pastel. No es la primera vez que hago el símil, me consta, como tampoco es la primera vez que digo que la ley imperante es la puerta giratoria o que la partidocracia bebe del falangismo (totalitarismo troceado que hegemoniza el Consejo del Reino), y que, cuando menos y por decirlo suavemente, tienen una concepción igualitaria y de los conjuntos unitarios un pelín distorsionada. Véase p. ej. el «orgullo trans» que se lleva por delante al orgullo gay y a la paridad de sexo (hábil movimiento de los alfiles abrahámicos en todo el globo). Sanxe pasará mas su Verbo no pasará en materia de la indefinida y sorprendente Agenda 2030, y por sus frutos los terminaréis conociendo a todos ellos, si Dios quiere.


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La verdadera fuerza del PCE, lo que le daba prestigio, era, por encima de todo, su capacidad de movilización. El PCE al aceptar la bandera y la Monarquía, no hicimos otra cosa, por decirlo así, que hacernos el harakiri .

Víctor Díaz-Cardiel