Visto el PSOE como un trasatlántico de dimensiones descomunales, resulta que de los 11.289.335 pasajeros (y tripulantes) con los que contaba en 2008, más de la mitad se habrían ido quedando en tierra cada vez que se llegaba a puerto coincidiendo con comicios. 4.285.824 en 2011, 1.458.196 en 2015 y otros 101.469 seis meses después, el 26-J de 2016. En este punto, se habrían hecho de nuevo a la mar 5.443.846 personas, o lo que es lo mismo, 5.845.489 integrantes menos de aquel buque socialista de ocho años atrás.
Navegando en dirección equivocada, encallados o yendo a la deriva en aguas de fuerte corriente neoliberal, lo cierto es que se han ido recorriendo los diferentes estadios de derechización, a saber, de socialista a socialdemócrata, socioliberal después y por último sociodelpepé. Los hitos del partido, incontestables. Complicidad con las burbujas inmobiliaria y financiera, desentendimiento de las medidas sociales que chocaban con los intereses de la banca (dación en pago), modificación de leyes que suponían un obstáculo para inversores extranjeros (artículo 135 de la Constitución Española), el sí quiero tras la pedida de mano de los liberales, y finalmente la gota que parece haber colmado el vaso, el besamanos a Rajoy. En definitiva, el mejor escenario para que el adversario se perpetúe en el poder.
Impuesta la necesidad de reelegir a gobernantes de la nave y resto de miembros de la tripulación -ahora ya sabemos que por iniciativa de los menos-, y si extrapolamos los datos de las recientes elecciones primarias, resulta además que sólo la mitad de los que embarcaron la última vez, quizás el 60%, consideran necesario cambiar el rumbo en lugar del capitán. Lo cual, pone por fin cifra al alcance de la candidatura avalada por todo el espectro conservador del país, situándola, en torno al 40% de apoyo dentro del partido socialista. En cualquier caso, mi más sincera enhorabuena por la batalla ganada y mi reconocimiento al tesón de la candidatura vencedora que probablemente ve recompensada su generosidad con el partido por haberle mantenido el voto a pesar del sinfín de líneas rojas traspasadas. Si no lo han hecho ya, pasarán oficialmente a engrosar las filas del radicalismo en cuanto tomen la primera decisión poco grata a «los intereses del país».
Asimismo, analizando la situación con retrospectiva, remontándonos ocho meses hasta la rebelión a bordo encabezada por los barones que ahora muestran la mejor de sus sonrisas y que en su momento arrojaron por la borda al hoy renacido secretario general, uno puede darse cuenta de que la batalla ganada consiste sencillamente en regresar a la casilla de salida, con la necesidad satisfecha de que gobernara y aprobara sus presupuestos un chamuscado presidente del gobierno. Si bien es cierto que algunos han quedado retratados en el proceso, parece claro quiénes se han salido con la suya.
Con algo más de libertad de movimiento tras el rescate de la sede socialista, y dado que seguir repitiendo resultados electorales en estas condiciones no impide maniobrar a un régimen caciquista que centra cada legislatura en reforzar su posición y amparar a sus corruptos, ahora parece mejor momento para tratar de acercar a la gran masa social diseminada en dos partidos -y medio-, que ya ha remado en el mismo barco antes y cuyos miembros, aunque aislados los unos de los otros, seguro que no ven con malos ojos un reencuentro.