El sistema de esclavitud por deudas no es algo nuevo en la historia del hombre. De hecho, se reproduce periódicamente y llega a su fin con una revuelta que consigue una distribución más equitativa de las riquezas.
Ya en el siglo IV a.C., en la antigua Roma, esta forma de esclavitud era denominada nexum, y venía a ser un contrato por el cual el hombre libre ofrecía sus servicios como fianza de un préstamo. Si se imcumplía el pago, este hombre (nexus), a pesar de no encontrarse en la misma situación que un esclavo pues era considerado ciudadano y conservaba en teoría sus derechos legales, era obligado a trabajar al servicio de su acreedor como pago de su deuda. Además, debido a los abusivos intereses, lo habitual era que no se llegara nunca a saldar la deuda, por lo que ésta pasaba a los descendientes, lo que llevó a un aumento del número de nexi y desembocó en una sangrienta revuelta que finalizó con la abolición del nexum por la ley Poetilia, entre 326 y 313 a.C.
Pero a lo largo de la historia son incontables las veces que se han repetido circunstancias similares, con endeudamientos de imposible cumplimiento como forma de esclavitud económica que derivan en desempleo, pobreza y hambre, desencadenando los consiguientes conflictos. Uno de los más recientes es la II Guerra Mundial, con imposiciones insalvables a los vencidos tras la I Guerra Mundial por parte de los aliados, pero hay otros muchos como la Revolución Mexicana, con el endeudamiento de por vida de los trabajores a través de las tiendas de rayas, convertidos de esta manera en esclavos, o la Revolución Francesa, con la deuda externa derivada del apoyo militar a la Guerra de Independencia de los Estados Unidos que llevó a una extrema desigualdad social con altos impuestos que los estamentos privilegiados -nobleza y clero- no tenían obligación de pagar.
Históricamente los EE.UU. han sido los más hábiles tanto en sacar rentabilidad de los conflictos -financiando y convirtiéndose en acreedores-, como en evitar situaciones de esclavitud financiera, declarando las deudas odiosas (también execrables o ilegímitas), eludiendo de esta forma la obligación de devolver los préstamos. Lo mismo que pretendía SYRIZA en Grecia, realizar una auditoría de la deuda que considera ilegítima en parte, restableciendo la soberanía y dando prioridad a las personas, lo que ha hecho reaccionar a los medios de comunicación -controlados por el poder- tachándoles de anti-europeístas, dejando entrever posibles represalias a Grecia.
Cambian los tiempos pero el hombre es siempre el mismo. La historia vuelve a ser fiel a sus ciclos, y en la actualidad nos encontramos con millones de nuevos nexi obligados a trabajar de por vida para pagar una deuda que no van a poder saldar. Obligados a no parar, a no poder atender a sus enfermos, a no poder acceder a determinados tratamientos médicos, a no poder recibir una educación en las mismas condiciones que sus acreedores, a pasar la vida entera pagando su hogar y a consumir únicamente los productos necesarios más baratos que los mercados decidan sacar a la venta, pues los bienes de primera necesidad son poco a poco monopolizados.
El único consumo que subsiste es el elitista, el de los productos de lujo. El distanciamiento económico y social entre unos ciudadanos de primer orden y el resto, continua acrecentándose distribuyendo la riqueza de forma cada vez menos equitativa. Del consumismo capitalista vamos pasando a la esclavitud de las necesidades básicas. La historia se repite una y otra vez cuando se produce el abuso de las leyes de los hombres.