
«No me voy por temor al futuro, me voy porque ya las palabras parecen no ser suficientes y es preciso demostrar con hechos lo que somos y lo que queremos». | Adolfo Suárez en su dimisión televisada, 29 de enero de 1981.
«Un viaje que, visto hoy con perspectiva histórica, representa una historia de éxito casi única: pasar de una dictadura represiva a una democracia plena; de ser un país pobre y aislado, a uno próspero e integrado en el mundo. Se trata de un logro excepcional que muy pocos han conseguido […] solo cuatro han seguido un camino similar en los últimos cincuenta años.» | Pedro Sánchez en su cuesta abajo sin frenos, 19 de noviembre de 2025.
Hacia el año 1977, el PCE de Carrillo hijo aceptó la monarquía católica (se había revisado el año anterior el Concordato para que el Estado mantuviera las relaciones de cooperación con la Iglesia), con la misma bandera que el Reino franquista hasta 1981. Sabemos por Carrero Blanco y también por Franco que lo que se ponía en herencia en el año 1975 por la ley de sucesión vigente (de 1947) era «la España del Movimiento nacional, católica, anticomunista y antiliberal». Asumiendo el reino católico, se asumía la dichosa Unidad de la Patria en una península con cuatro Estados (Portugal, España, Gibraltar y Andorra). La historia se repite periódicamente desde la quinta columna madrileña que derivara en el Consejo Nacional de Defensa, con Carrillo padre, del PSOE, el coronel Casado y el teniente general Miaja disponiendo la que sería a la postre una «rendición incondicional». Unidad percibida de manera muy distinta y enfrentada por los españoles, con las potencias extranjeras administrando nuestro territorio por incapacidad autóctona y endemia embustera, e inhabilitados de facto en 2025 para administrar los recursos del Sáhara Occidental. También entonces, en 1977, los marxistas nacionalistas, los rojipardos de los que no hay mejor ejemplo que en Españita (quizás en Ucranita o Polonita y sus vecinas al norte en el descorrido telón de acero, todas grandes y libres como Españita), aceptaban sillas poltronas en las Cortes preconstitucionales de 1977 (sendas cámaras, hoy vigentes, ideadas y sancionadas durante el franquismo) presentándose a «elecciones generales» y no a Cortes Constituyentes, pues ya las Cortes (poder legislativo) ya las había constituido el franquismo.
Cortes franquistas aunque las refrendara la nación en diciembre de 1976, pueblo no soberano que no podía saber, por ejemplo, que no habría separación de poderes en el nuevo Congreso, unitario cuando se trata de cuestiones de Estado que no se cuestionan, como cuando hablamos de remesas dinerarias a regímenes títeres de la NATO como el de Kyiv, en origen fondos «para la Paz» que está saliendo regulinchi (el fantoche movido por los yanquis anda reviviendo la reinventada leyenda antisoviética). Régimen político el ucraniano que es «de los nuestros» porque lo ha decidido el mismo Borbón jefe de la Defensa (¿quién si no?) que ofrece apoyo contra Rusia a las repúblicas bálticas filonazis (y ese apoyo es nuestro sacrificio y no el suyo), y por ser los responsables de las competencias reales los incompetentes ministros competentes según el art. 64 C. E. Véase Margarita Robles, Grande-Marlaska e incluso suena ya el nombre para el ministerio Fiscal de otra vieja gloria de la Audiencia Nacional que rima con Borbón y que está en tiempo de ser rehabilitado tras prevaricar en su momento según sentenció la facción judicial rival. Más pistas: su apelación al Tribunal Europeo de Derechos Humanos sito en Estrasburgo fue desoída y le gusta figurar en los documentales sobre memoria y justicia no-universal, haciendo hincapié en que «no hubo transición EN LA JUSTICIA», y dando a entender que todos los demás poderes están democratizados. Ya es mala suerte que justo tenga más peso la lawfare o guerra judicial a la que irremisiblementa aboca la demagogia. Es un puto hombre tuvo que sentenciar recientemente la justicia británica, que usa peluca y que también se administra en nombre de un pariente de Dios.
A la Fiscalía le correspondería investigar a la Guardia que da vivas al Rey independientemente del siglo, en caso de que hubiera hecho agujeros de bala en cráneos de una sociedad civil no levantada en armas (que sabemos que sí y sin remontarse demasiado en el tiempo). Esta Guardia, dirigida por primera vez por un Duque, el de Ahumada, ¿es Civil o es Militar? Porque ni está en Interior ni está en Defensa, su Reino no es de este mundo, igual que el Opus Dei. Sin dios terrenal que los juzgue. Todos incompetentes e inválidos, digo, a los ojos de la nación (a los ojos del Estado es competente y válida hasta la ministra de Igual Da que sea), porque consiguen que el TEDH estrasburgués condene a la ciudadanía con repercusiones económicas directas e indirectas (y no digamos ya repercusiones sociales) por las malas praxis estatales: torturas, escuchas ilegales por norma (se justificaba Baltasar Garzón ante la expulsión de la carrera judicial, que viene a ser como el lo hacíamos todos de Bárcenas y de los yonkis del dinero en general), parcialidad en los juicios…, y esas cosillas que tienen los Estados dictatocráticos de desecho. «El lapso de tiempo transcurrido revela una falta de diligencia incompatible con las obligaciones positivas del Estado», suele concluir Estrasburgo al cabo de lustros o incluso décadas desde el incidente, amiga de Bruselas y de Fráncfort del Meno. Es decir, dejan que se pudran en el armario los asuntos que no les conviene airear. Supongo que el avispado votante del PSOE al que le tienen que recordar que los de color rojo son la izquierda, creerá que Pedro el Bello (Sanxe para los videntes) ha pulverizado y fumigado las cloacas estatales.
Tampoco podía saber el demos o mayoría [de la población] para el referéndum de 1976 que el Senado naciente que reflejaba la ley «para la Reforma política» incorporada a las leyes fundamentales del Reino de la España de Franco, no tendría carácter territorial ni representación de los sectores económicos (pienso en el campo y la industria, la hoz y el martillo en un Estado anticomunista) y funcionaría como cueva de ladrones para pagos por favores partitocráticos (pienso en el sector del turismo y en el de los verdes y dignos servicios sexuales en un Estado también antiliberal, sobre todo en lo social). La misma ideología o los mismos principios que habían disuelto el Senado en 1923, con potencial para la demarcación representada hasta entonces (había ocho capitanías generales con potestad territorial-militar antes del caudillaje del Generalísimo, degradadas a meras regiones militares cuando el dictador asume todas las competencias), disponían en 1977 un Senado que nada tiene que ver con los Senados de los Estados federales (EE. UU. Rusia, Alemania, Brasil…) a lo sumo con tres senadores por territorio. He aquí el trágala de la Unidad, familia y motor de la Unión de Von der Nazi con 720 eurosenadores (27 x 3 = 81), que, además de dejar al franquismo atar todo lo concerniente a lo que sería un proceso constituyente (fusión, lawfare y detentación de los poderes estatales en el caso del franquismo que hoy impregna la sociedad hasta el tuétano), necesitaba de la Ley de Amnistía que se aprueba en octubre, después del trágala de la partidocracia que había culminado en junio con el reparto de escaños y del pastel.
Sabemos que sus señorías, las de las Cortes preconstitucionales vigentes que lo primero que hacen cuando inician mandato es subirse el sueldo, lo primero que hicieron en 1977 fue amnistiarse. Desmemoria de muchos y perdón de unos pocos con el que además salían ganando los nacionalcatólicos (la represión al margen de la guerra fue mayor, a la vista está, desde el bando vencedor). A los maestros y jornaleros desarmados poco había que amnistiar, nada para ser exactos. Lo mismo que a los funcionarios de la Administración y fuerzas del orden que se mantuvieron fieles a su compromiso (no es el caso de Queipo de Llano y sí el de Amado Balmes, menos conocido y reconocido por la Iglesia a la que pertenecía, por lo que sea). Olvido y mínima penitencia que le sirve al inamovible statu quo para mantener viva en la memoria colectiva la impunidad de unos y la criminalidad de los antiespañoles. Por mero pensamiento además, ahí están las sentencias franquistas para el que tenga ojos en la cara así como tiempo y ganas de leerlas. ¿Cuántos asesinados y represaliados no se habían levantado en armas (y se las negaron a quienes las pidieron), entre ellos mis familiares y los de millones de compatriotas, siendo su único pecado que no delito hacer caso a los políticos (intervinientes en los poderes y negocios del Estado), honrados o no? De la nueva falange custodia de los principios atados por Franco que es el PSOE transitado (con el perrosanxismo admitido en esta canalla), ni hablamos. Yo no me molestaría en preguntarles si les apetece «reventar a la derecha» porque me consta que no son tan idiotas como para tirarse piedras contra su tejado.
El jefe de Estado en funciones de la dictadura durante el verano de 1974 y el otoño de 1975, tomó posesión de la dictadura dos días después del bochornoso primer sepelio de su predecesor en el cargo (el segundo en donde la familia Franco quería, también lo fue). Coincidiendo con el 50 aniversario de la muerte en la cama del dictador (el gallego, no el otro), y para seguir hablando de Franco el partido gubernamental y, automáticamente y por contra, de ETA la facción opositora (es todo lo que se les ocurre, quizás porque funciona), el puto amo del Universo que es Perro Sanxe (mucho más que el mindundi de Luis Bárcenas) y que tiene las ayudas de Von der Brujen por castigo, ha puesto en funcionamiento el quiosco de necesidad «50 [años] en libertad». Y es que, según el Estado y según el Gobierno, que no son lo mismo salvo en las dictaduras (aunque el Estado mínimo sí está dentro del Gobierno y es muy profundo en las monarquías parlamentarias), «el pueblo conquistó las libertades» abjurando de todo lo que no fuera la atadura franquista. Como reporta la rojosfera y ergotizan sus verificadores, el pueblo se dejó por el camino más de un centenar de muertos («50 años en libertad» lo llaman en alarde infantiloide) para decir SÍ A TODO lo relevante (SÍ a la Monarquía, SÍ a la Bandera, SÍ a la Iglesia, SÍ a las Bases y SÍ a la Unidad), y para tener la certeza, con el paso de las legislaturas a golpe de real decreto-ley en lo jugoso, de que no opta (a través de sus tribunos) ni a la Cámara Alta ni a los ministerios que no son de cartón piedra o para la condicionada propaganda del Reich central europeo. Al circo de la Cámara Baja sí que opta una parte del pueblo, pasen y vean, preséntense a elecciones generales.
A los que se ofenden por escuchar hablar de RUPTURA con el injusto orden impuesto, les digo: la propia carta otorgada que no vale ni para limpiarse el culo con ella y que violan a diario por todos sus resquicios, posibilita la ruptura (y separación nítida y definitiva del binomio Estado-Iglesia). Para eso sí vale. Lo que pasa es que no hay huevos (bien caros que están) porque no hay libertad (que les pregunten a las gallinas). Si hay una transición, es aplicarle al régimen su artículo 168, la reforma esencial, la revisión total. Ellos ya se aplicaron a sí mismos el artículo 167, una reforma política sin tocar a la Monarquía (Título II), a la Iglesia (Título I, Capítulo II, Sección 1.ª) ni al Ejército y al militarismo atlantista (Título Preliminar y ley orgánica de organización militar concerniente). Sólo que aquella reforma, traducida hoy día en el Circongreso para la prestidigitación y los juegos malabares, no estaba inclusa en el profiláctico texto al que se iban adicionado leyes fundamentales por «la legitimidad surgida del 18 de julio de 1936» recibida por Juan Carlos I de Su Excelencia el Jefe del Estado y Generalísimo Franco (juramento de lealtad en 1969 al caudillo saliente, ya por entonces bastante deteriorado). Todo ello constituye el artificio aparejado a los ducados de Fernández-Miranda y de Suárez, que diferencia dos facciones en el búnker político, una más intransigente, reaccionaria y retrógrada que la otra, que, con más talentum, emplea la miel para atrapar al rojerío (antónimo de fachosfera) en la cámara baja, de forma por sentado minoritaria y también descompensada en armamento. Armas ofensivas contra defensivas, tridentes contra antorchas en el mejor de los casos. Cuando el pueblo reivindica poder no consideran las protestas «pacíficas» y además ya se encargan de violentarlas los que tienen potestad para ser violentos e incluso para acusar sin pruebas y emplear montajes (ahí está Pablo Hasel, en la trena y no «en libertad»). ¿Cuándo no ha sido considerado por todo el organigrama neofalangista «violencia inversa» (hago alusión al judici farsa en Catalunya) el pedir la ruptura de los techos de cristal estatales?
El franquismo ya había constituido la forma de Gobierno y la forma de Estado, no formalmente, claro. El imperio de la puerta giratoria había sido dispuesto (con el franquismo no había necesidad de salir/entrar) y también la identidad del Estado. La confesión católica «no tendrá carácter estatal» (entendido por los escribas como que el Estado no puede entrar a juzgar a la Iglesia y tampoco al Ejército) pero no se dice en ningún sitio que el Estado, que es un Reino con parentesco divino en la sagrada e inviolable persona física y jurídica del Rey (la de Juan Carlos I es la primera monarquía renovada en cuanto a sacralidad), no tenga carácter confesional. Como sí reflejaba explícitamente la Constitución de las Cortes Constituyentes de la II República (aquí sí emanadas como delegación popular con el propósito de [re]constituir los poderes estatales), que precisamente declararon proscrito al sacrosanto Alfonso XIII cuando España dejó de ser católica. Para volverla a hacer católica no tuvieron reparo en pasar de la ley al obús, así que la ruptura es desandar el camino que no debiéramos haber pisado, abandonar el obús para abrazar la ley. Romper con el militarismo inseparable del clericalismo. «España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional» y «El Estado español no tiene religión oficial» es lo que observaríamos bajo la legitimidad republicana. Aparte de no pagar los números rojos que nos deje en herencia la partidocracia borbónica, la monarquía para lamentar. Que estos son los de «París bien vale una misa» y «Detrás de mí, que venga el diluvio». Y también son los que no tienen inconveniente en largarse y dedicarse a otra cosa (quizás a laborar), si los súbditos dejan de ajuntarles.